¿Qué tienen en común Sasor, Monte Everest, Nebraska, Laponia, San Remo, Massera y Piombino?

Que son heladerías emblemáticas de Tucumán que ya no existen. Lugares donde nos llevaron nuestros padres, o donde luego nos pusimos de novio o donde íbamos en banda con amigos.

A esta lista podrían agregarse también Yogurt Place o La Montevideana.

Es probable que los menores de 30 años no tengan idea de qué estamos hablando.

Si bien Año Nuevo es sólo una fecha simbólica, ya que en realidad es apenas un cambio en esa convención caprichosa que es el almanaque, y del que la vida y el universo jamás se enteran, ese simbolismo termina impactando de forma corpórea y contundente en nuestra existencia.

¿La razón? Son varias. Rompemos la agobiante rutina diaria, brindamos y celebramos, nos encontramos con gente que hace mucho no vemos y la sociedad, en todo el planeta, se moviliza de una forma especial.

Sin embargo, a nuestro entender, ese simbolismo que tiene el cambio de año adquiere un significado especial por un componente muy sensible, ineludible hasta para el más duro, y que no se entiende cuando uno es aún muy joven: la nostalgia.

Cuando nos reunimos alrededor de la mesa familiar es inevitable pensar en los que ya no están y recordar otras decenas de noches similares, desde la niñez y la juventud.

Hace diez años LA GACETA publicó una producción especial que se tituló “100 lugares que extrañamos todos”.

En esa publicación, que estuvo acompañada por 14 fotos que acá volvemos a reproducir, se mencionaban lugares icónicos en la vida de los tucumanos de los últimos 40 años (hoy 50), separados por rubros, pero lo más importante es que se invitaba a los lectores a que hicieran sus aportes, porque obviamente en la nota no estaban todos y además no hay nada más poderoso que la memoria colectiva.

Aquella producción fue un éxito rotundo, tanto en la edición impresa como en la digital, donde tuvo más de 30.000 lecturas y más de 150 comentarios, donde los lectores sumaron nombres de lugares, de marcas o costumbres que ya no existen.

La Cosechera; El Molino; El Buen Gusto; El Condado; El Colón; Augustus; Coventr; Il Sorpasso; El Quijote; Sherlock, Rucafé; Bar Central; La Pomme; El Galeón; Quinquela; Las Tinajas; La Recova; Mr. Corcho; Moncloa; Café de la Plaza; Papagayo; Le Boucanier; El Ciervo de Oro.

Fueron la lista de bares que recordó el diario, o “confiterías” como se decía antes.

Hagan el ejercicio de decirle “confitería” a un adolescente y verán que las respuestas pueden ser muy graciosas.

A la lista original de bares los lectores sumaron muchos otros, entre ellos: Los Escudos; Tropicana; El Refugio Suizo; Costa Brava; La Fondeau; La Estrella; Caballo Loco; La Estación; Floreal; Billares Mitre; El Nido del Jabalí; La Gioconda; San Isidro; y La Fiaca.


Restaurantes y boliches

La nómina de restaurantes extintos de hace una década (hoy a muchos se les llama “restobares”) era la siguiente: San Martín; La Ruletita; La Carpa; Confitería El Lago; Primera Confitería; Mi Abuela; Pizzería Napoleón; El Viejo Portal; El Jagüel; Rímini; Vía Flaviana; Los Dos Gordos; La Martita; Paquito; Floreal; Italia; La Nona; y El Duque.

Y el aporte de la gente en aquel entonces fue prolífico, no todos restaurantes pero sí lugares ligados a la gastronomía, y vamos a citar sólo algunos:  PicNic; Cucurucheto; Pizzería La Fusta; La Yema; Sorrento Pizza Libre; La Farola; y parrillada El Fogón.

En cuanto a sangucherías, el diario recordó a Pitucho; Chacho; Los Eléctricos (hoy reabierta); La Palmera; Quintín; Tarquino; y Wimpy.

Los lectores agregaron Amanecer; Kertacho; y El Gordo Mario, entre otras.

Los boliches rememorados, a los que antes se les llamaba “whiskerías” o “discotecas”, fueron: Tiffanys; Sky; Petrushka; New Come Back; JB; Butterfly; Kinesis; Bulldog; Monóxido; Metástasis; La Fábrica; Gas Oil; NY City; Casapueblo; Hipocampo; La Cárcel; Galápagos; Nocturno; Coyote; La Barraca; Swelegant; Pussycat; Line Out; María Delirio.

En este rubro la memoria colectiva fue explosiva y se ve que es una de las fibras más sensibles a la hora de recordar “momentos inolvidables”. Un lector incluso contó que gracias a una gran noche en un boliche hoy tiene una hermosa familia.

La gente agregó boliches emblemáticos, pubs o locales que gravitaron en la diversión nocturna: Manhatan (Tafí Viejo); Babilonia; El Reino; Birimbau; El Aleph; Ruta Joven; Café Laprida; Old Port; Palladium (Bella Vista); Camelot (Aguilares); Brujas; 2044; Roxy; Harlem; Aranjuez; Barracuda; Kefrén; y Acuario, entre una decena más.


Marcas inolvidables

LA GACETA hace diez años había recordado algunos negocios que formaron parte de nuestras vidas durante las décadas del 60, el 70, 80 y 90, como Librería Sarmiento; Casa Escassany; La Tropical; Heredia Funcional; Bombay; Persia; Grabacentro; Norte Libros; Modart; Brummel; Ñaró; Caravanas.

O disquerías como Yaraví; Avenida Musical; Elior; Tapatío; All Music, un rubro que ya no existe a causa de los cambios en las tecnologías.

Aquí la lista que aportaron los tucumanos fue interminable, sumados a comentarios riquísimos sobre la historia reciente de esta provincia.

Sacoa; Beige; El Ciclón deportes; Salvic (con el histórico cartel de un jugador haciendo pataditas frente a Plaza Independencia); Tobruck; Tito Sport; Kappa; Calzado Mayo; La Chicago Funcional; Casa Saguir; Galería La Fuente; La Griega (clásico quiosco de Santiago y 25 de Mayo, atendido por una encantadora anciana); El Bazar Chino; Casa Tía; El Hogar Feliz; Cootam (y los juguitos a la salida de la escuela); El Hogar Obrero; Órbita; Baronesa; Súper 25; Limpito; La Clave Discos; Supermercados Uasuf; Hobby House; y Librería Mulki.
En el segmento de “Cultura” el diario recordó a Cineteca; Video Bar; El Galpón; La Papelera. Los dos últimos eran teatros no convencionales e independientes, y el Video Bar fue toda una novedad, donde uno se sentaba a beber o comer algo mientras miraba una película, en una pantalla que no tenía más de tres metros de ancho.

Allí vimos, por ejemplo, The Wall, Escalera al Cielo y Emmanuelle, esta última sin que supieran nuestros padres.

Como no podía ser de otra manera y aunque el diario decidió obviarlos, por una cuestión de espacio ya que son muchísimos, los lectores igual lo hicieron. Hablamos de los nostálgicos cines, en la época en que había uno en cada barrio, la TV era bastante acotada y los video clubes aún no existían: Parravicini; Casablanca; Metro; Cine Tulio; Mitre; Regio; Rex; Monumental (al aire libre); Ocean; Edison; Majestic; Plaza; Candilejas; y Moderno, entre muchos otros.


Algo para destacar

Entre los más de 150 comentarios que tuvo aquella exitosa nota, un denominador común que hubo en no pocos posteos fue que más allá de los lugares y las marcas, que obviamente se vinculan a diferentes recuerdos, la gente destacaba “la tranquilidad” con que se vivía en épocas pasadas.

Varios hicieron hincapié en que volvían caminando de los boliches a cualquier hora, que podían rematar una noche en una sanguchería o en un bar sin temor a nada y que, si bien siempre hubo peleas nocturnas vinculadas al alcohol, la violencia estaba muy lejos de la escala actual.

De todos modos no nos pareció llamativo que varios destacaran esta característica de las décadas pasadas, incluso era casi obvio, al menos para los que supimos lo que era volver caminando, a las 5 de la mañana, de un baile de Las Lomitas, por ejemplo.

Nos pareció que un 1° de enero, cuando se inicia un nuevo año calendario, era una buena ocasión para apelar a la memoria positiva, a las añoranzas que nos entrelazan con tantos momentos inolvidables y con personas que tanto quisimos y ya no están.

De paso, también una linda oportunidad para compartir estos recuerdos en familia o en pareja y, por qué nó, agrandar esa lista de la nostalgia que hace una década construyeron en conjunto LA GACETA y sus lectores. ¡Feliz año!